martes, 6 de julio de 2010

post B

* lucía*
Salí a hurtadillas de mi casa, el asunto podía postergarse, pero yo no podía esperar a que el sol saliera. Soy una persona cobarde y la luz me hubiera espantado.

El frío ha asustado a todos y ha entumido mis rodillas. La ciudad está muerta y como es natural mi mente comienza a divagar. A lo lejos se ve una figura, no la logro distinguir, parece un gato que juega a ser sombra.

Doblo una esquina, la paranoia ronda por esta calle y me asecha –tranquila- sólo es el murmullo de los árboles. Más vale tener cuidado, nada bueno sucede después de las tres de la mañana. Apresuro mi caminar, un poco más, más, tan rápido como estos tacones (que ahora parecen ridículos) me lo permiten. Unos tipos pasan en un auto, se detienen y me gritan:
–mamacita
Imbéciles. Arrancan a toda velocidad y a lo lejos se escucha el impacto de un parabrisas que se rompe.
Finalmente he llegado, vengo a decirle que lo amo, pero la noche ha robado mi voz. Entré a su cuarto por la ventana, jamás me han gustado las puertas. Me detuve a observar la luz de la luna que rebotaba en su cuerpo y me indicaba el camino a la cama. Me acerco con un paso lento y seguro. Le paso la mano por su frente y en un solo movimiento me quito el abrigo y el vestido, resignada a no utilizar palabras, pongo mi lengua en su oreja.
El tiempo desaparece y todo pasa simultáneamente: beso su boca, presiono mi vientre contra sus caderas, comienza a despertarse, pero se queda en silencio yo tampoco digo nada, sus manos van reconociendo mi cuerpo, su boca juega con mis pezones, lo abrazo con las piernas y nuestras respiraciones se sincronizan, nos perdemos en el instante…
Cuando amanezca ya no estaré aquí y pensara que todo esto fue un sueño. La noche está por acabarse y yo debo regresar.


Llegué a mi casa, entré por la puerta principal sin que me importaran las consecuencias, apenas logré cerrarle la puerta al sol y sin querer caí en el suelo muriéndome de risa.

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